La noche del tamarindo (2008)

Ed. Planeta
Barcelona, 2008.
525 páginas.

 

 

Bolsillo: BOOKET ( EDITORIAL PLANETA)
Barcelona, 2009
Encuadernación: Tapa blanda bolsillo
528 páginas – 9,95€

 

A noite do Tamarindo.
Saida de Emergencia. Portugal. Septiembre 2009.
Traducción de Maria Teresa Martins

 

 

 

A Sinópsis

A la muerte de su hija, Vinicio Salazar, uno de los hombres más ricos del mundo, decide desaparecer y, usando su inmensa fortuna, someterse a una serie de experimentos genéticos para lograr una longevidad inimaginable para cualquier ser humano. No se resigna a envejecer, ni a las contrariedades de la vida, ni a la pérdida de sus seres queridos. Pero esa decisión le enfrentará al destino y por ello buscará en el amor el modo de escapar de una espiral de culpas con las que no había contado.

English in PDF : These days, can money buy you more time to live? Would you save the life of your child by sacrificing the lives of other children? Is love still the best refuge for the human spirit? Why do some governments stand in the way of science and its search for the cure to fatal illnesses? La noche del tamarindo is the first book that seeks to give answers to these and other questions: a passionate, action-filled thriller, written with a frenetic rhythm and a story that unfolds in some of the most luxurious settings in the world. A novel that sparks debate about a future that is happening right now.

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Algunas Críticas

El paraíso como utopía (A propósito de “La noche del tamarindo”). Por D. Pedro Ruiz Pérez. Catedrático de Literatura Española. Facultad de Filosofía y Letras. Universidad de Córdoba. (España). Mayo, 2008.

 

 

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Críticas

(…) Pocos novelistas tienen el compromiso con su tiempo que expone reiteradamente en sus obras Antonio Gómez Rufo, poseedor de una trayectoria literaria que abarca un amplio espectro temático. En sí mismo el proceso de sus novelas –“Adiós a los hombres”, “El alma de los peces”, “Los mares del miedo”, entre las más recientes– viene a ser siempre el mismo: la sociedad observada bajo un microscopio, un examen a fondo del ser humano, sus contradicciones y su vertiginosa transformación. Ocurre aquí en grado extremo: porque “La noche del tamarindo” es una ambiciosa intromisión en la escena de los avances científicos que afectan a nuestra salud, a la vez que se desarrolla con ese espíritu filosófico que en la literatura de hoy es flagrante ausencia: exponer, debatir, reflexionar, denunciar, invitar al lector, en definitiva, a que participe intelectualmente de la novela. (…)
Esa podría ser una valoración sobre el alcance ideológico y polemista de Antonio Gómez Rufo, porque sus novelas raramente dejan indiferente y siempre perturban, pero habría que añadir sus cualidades narrativas: un texto en el que habitan como elementos fundamentales la pasión y la intriga, las cuales provocan una lectura magnética, una atracción incontrolable de avanzar en la inmortalidad de Vinicio Salazar, que a veces se enmascara quijotescamente y se acompaña con una sucesión de personajes  que vienen y van a su lado. Gómez Rufo expone, indudablemente, la determinación narrativa siempre apreciable en sus novelas: la sencillez expositiva, la estructura lineal y el entretenimiento vocacional, pero en ésta hay una estilización de ese mecanismo que realza “La noche del tamarindo” como una de las mejores novelas de su autor. Y es que, aunque a veces vivir se convierta en un delito, como le ocurre a Salazar, Gómez Rufo trama aquí un verdadero canto a la vida. (Juan Carlos Rodríguez. Revista MERCURIO. Marzo, 2008)

«Gómez Rufo sabe utilizar su oficio como narrador para plantearnos una historia muy bien escrita y comprometida que introduce problemas de plena actualidad como el deterioro del medio ambiente, el tráfico de órganos o las trabas sociales, económicas y morales al desarrollo de la ciencia, aunque muchos de ellos queden rápidamente solapados por las peripecias de su protagonista. Interesante, una obra que dejará poso en los lectores (…)». Mario Escobar (Bestseller Español. 2 de abril, 2008)

«Un planteamiento novedoso y una historia que recorre el mundo son algunos de los elementos de «La Noche del Tamarindo», una novela que incide en la evolución de la Ciencia en un mundo atrapado en el cambio climático. Un thriller que combina la novela de viajes con la ciencia-ficción, enmarcado, todo ello, en la sociedad actual». EUROPA PRESS (8 de enero, 2008)

 

» Antonio Gómez Rufo ha escrito una novela aplastante, demoledora, abrasadora, magnética: «La noche del tamarindo» (Antonio Astorga. ABC. 18 de enero, 2008)

La inmortalidad. Según los biólogos el cuerpo humano no está diseñado para durar más de 40 años. Al parecer, desde el punto de vista de la evolución no existe ninguna necesidad de vivir más allá de esa edad. O sea que muchos de ustedes, igual que yo, ya habrán rebasado el periodo de garantía como máquinas vivientes. Sin embargo, aquí estamos dispuestos a doblar la apuesta aunque el tiempo no haya servido para hacernos entender las simientes precisas de la felicidad o el dolor. La melancolía es la madre de la investigación genética.
Desde la época de los alquimistas vencer al tiempo es un reto que atañe por igual a poetas y a científicos, porque el enigma de eternidad puede hallarse tanto en el interior de una molécula como dentro de un verso. La semana pasada el Centro de Investigación Príncipe Felipe de Valencia presentó el primer proyecto de clonación terapéutica de células madre para regenerar órganos dañados por la diabetes o el parkinson, sin embargo, todavía quedan encarnizados consejeros de Sanidad empeñados en que la gente muera en la cruz. ¡Que el Dios de las urnas nos libre de la saña de los lamelas de turno! 
La lucha contra reloj que libramos cada día por alargar la vida marca la agenda de los últimos avances en Biomédica. De eso precisamente trata la última novela de Antonio Gómez Rufo, un thriller de ciencia ficción con título de bolero. La noche del tamarindo plantea grandes cuestiones en un momento en que nuestro mundo se debate entre la posibilidad de prolongar la vida de las personas al tiempo que nos acercamos peligrosamente a la destrucción del planeta. El hombre siempre ha sido un ser de paradojas. Tal vez por eso el protagonista de la novela, Vinicio Salazar, es un tipo inmensamente rico y desolado que persigue la inmortalidad más por venganza que por deseo de supervivencia, en medio de una trama cosida de traiciones, crímenes, tráfico de órganos y muertos que se van quedando en el camino hacia el infierno que son los otros.
La ciencia avanza a la desesperada mientras los poetas reinventan con mimbres nuevos el sueño de la inmortalidad. «Durante las horas que compartí con los científicos mientras escribía me he dado cuenta de que la longevidad está ahí», cuenta Antonio Gómez Rufo, «nos moriremos de infelicidad, pero no de lo que nos estamos muriendo hoy». Tiene razón, pretender frenar el avance científico es como poner barreras a los astros en su procesión nocturna. Los cardenales pudieron callar a Galileo, pero no lograron impedir que la tierra girase alrededor del Sol.
Al principio del siglo XX la esperanza de vida era de 35 años, hoy es de 80. Hemos conseguido el reto científico de sumar años a la vida. Ahora solo nos falta invertir la ecuación y añadir vida a los años, como soñaba el poeta: «El ciervo en la cumbre de la montaña/ donde no hay rastro de hojas que lo orienten/ conoce la llegada del otoño/ sólo por el sonido de su propia voz». Son versos japoneses de casi mil años y en ellos uno también podría demorarse toda la eternidad. ¡Salud!  (Susana Fortes. El País. 22 de febrero, 2008)

«Gómez Rufo, autor más dado, como otros de su generación, a las deudas contraídas con cierta narrativa norteamericana de espléndida tradición, ha optado por el recurso de combinar la prosa ágil de la literatura de clara raigambre periodística con la técnica tomada del thriller, quizá porque piense que el género es una de las escasas probabilidades con las que cuenta hoy día un escritor si quiere historiar en cierto modo la realidad que le ha tocado vivir.
    Lo que narra Gómez Rufo es una historia apasionante porque una de las condiciones del thriller es que aquello que se narra, la trama, en definitiva, tenga gancho, haga que el lector no deje su afán de lectura en momento alguno. Bien puede decirse que la novela cumple a la perfección el requisito porque desde el comienzo hasta el inesperado final, un final más esperanzado de lo que parece y del que no pienso dar pista alguna aquí salvo decir que se encuentra justo en las antípodas del castigo, la narración se mueve con cierta regularidad rítmica, aquella que le imprime una historia que se desarrolla en espiral, una historia con ribetes de pesadilla que, finalmente, se resuelve en esperanza y falta de miedo y remordimiento. (…)
    Hay más. Gómez Rufo nos introduce, solapadamente, en los vericuetos de nuestro imaginario colectivo. Salazar es una suerte de Fausto alicorto, como alicorta es esta época si la dejamos sin sus muletas tecnológicas, cumple más con el papel de Holandés Errante, el condenado al vagar perpetuo, pero sobre todo es un Prometeo de nuevo cuño, un Prometeo que tiene en su haber la devastación moral del siglo XX y que como el héroe griego, gira en perpetua soledad atormentado por los dioses debido a  su horizonte de ambición, de desmesura.
    Pero la verdad es que Salazar es un hombre, no un héroe, ni un personaje de leyenda. Necesita de la redención, y la única redención que conocemos, la única genuina es la del amor. Hay en la novela una relación entre las mujeres, por ejemplo, María, pero es una entre tantas, y Salazar, que se encuentra entre lo más logrado del libro. Es lo que faltaba para redondear una narración que parecía irse por otros vericuetos más abstractos. Sólo lo parecía, en verdad, porque el autor parece estar siempre vigilante respecto a que la historia respete unas estrictas normas de realismo, incluso carnal. No se entiende a Salazar sin la presencia omnímoda de la mujer y quizá se encuentre aquí la clave del libro, por lo menos el giro que da en su inesperado final. De ahí a que antes me refiriera a lo de esperanzada resolución y que ésta no se entienda sin la mediación de la mujer.
    Novela de anchas preguntas y tramas bien resueltas, creadora de vericuetos donde la imaginación y el paisaje se unen para crear anhelos de un futuro mejor, esta novela de Gómez Rufo es una narración ambiciosa en lo que pretende, de ahí lo de la fábula moral, pero también en su modo de desarrollo. Dije antes que la trama debía mucho al género del thriller y de qué modo éste se resolvía en una de las modalidades modernas que el realismo adoptaba. Creo un acierto que Gómez Rufo haya escogido el género para dar cuenta de estos viejos anhelos del hombre respaldados por la tecnología, un género que se adapta perfectamente para dar cuenta de los entresijos y deformidades del poder. La novela los describe, así, con creces.» (Juan Ángel Juristo. REPÚBLICA DE LAS LETRAS. Febrero, 2008)

«TEORÍA DE LA INMORTALIDAD. Poco a poco me convencí de que tampoco en el futuro haría nunca nada. Lo escribe Dostoievski en el relato “El sueño de un hombre sencillo”. Más de un siglo después, Vinicio Salazar, protagonista de “La noche del tamarindo”, estupenda novela escrita por Antonio Gómez Rufo, también lo sabe. Y sabe además que atrás -como también le pasaba al personaje de Dostoievski- no hay nada. Porque los muertos que se quedan en el camino hacia la inmortalidad de Salazar no son nada: cuerpos flotando en el aire incógnito de lo desconocido. No eran nadie esos muertos antes de caer asesinados por un sicario guardaespaldas que lee a los clásicos entre disparo y disparo con la sangre fría del asesino a sueldo. No serán nadie cuando sus cuerpos desaparezcan de todas las crónicas porque hay cadáveres que antes de ser cadáveres ya lo eran para los principales periódicos y los telediarios. Sólo la hija Belén, que muere y con su muerte arrastra al padre hacia los infiernos de la locura, ocupará un espacio importante en esas crónicas y sobre todo en la memoria alucinada de Vinicio Salazar. La ciencia avanza en el siglo que vivimos tantas veces a la desesperada y provoca en lo humano aspiraciones de eternidad. La ciencia, esa ciencia que a ratos se entretiene -o es entretenida- en disquisiciones políticas que escaso favor hacen a aquellos avances ocupa en la novela de Gómez Rufo un papel fundamental, al lado (cómo podría ser de otra manera en un relato de largo aliento y entreverado por situaciones que se desvelan como las capas de una cebolla) de nuevos acontecimientos que van completando un paisaje de desolación y de culpa, de lealtad y de traiciones, de pasión y de una mirada llena de desgana cuando el tiempo se convierte en nada, en menos que nada porque quienes lo viven se han quedado sin vocación alguna de supervivencia. Lo que empieza siendo una aventura de robaperas indocumentados se irá convirtiendo poco a poco en una historia terrible donde los personajes se irán descubriendo a sí mismos como piezas insignificantes de un puzzle cuyas dimensiones nunca llegaron a descubrir en sus auténticas dimensiones. Los atisbos melodramáticos que a veces puntean el relato recuperan una constante en la obra del autor. Qué difícil es meter eso -y el escritor madrileño lo resuelve sin raspaduras- en una narración que luego se va por otros sitios dominados por lo enigmático, incluso por una cierta proximidad con la literatura fantástica. En resumen: la belleza y el horror mezclados en un rato (verán ustedes qué bien se lo pasan) de casi quinientas páginas que apenas se nota. (Fahrenheit 451. Alfons Cervera. Cartelera Turia. Valencia. 1 febrero 2008.)

«Gómez Rufo construye una historia vigorosa a partir de una peculiar combinación de géneros literarios y mitos clásicos de forma más o menos explícita –los ecos de Orfeo, Narciso, Hilas o el mismísimo Apolo adquieren voluptuosidad en labios de una bella rapsoda–, y así, a base de intriga, drama, aventuras y ficción científica, cocina una fábula salpicada de destellos estilísticos que se aventura en los rincones más oscuros de la conciencia, y disecciona el alma en busca de los lugares donde habita la culpa, la ambición y el miedo. Asuntos recurrentes en la obra de este autor inclasificable que en esta novela adquieren una dimensión épica, aparentemente eclipsada por una aparente superficialidad en ocasiones irritante por la fatuidad del protagonista que, no obstante, oculta una lúcida ironía del miedo a la muerte». (Antonio J. Ubero. El Faro de Murcia. 7 de febrero 2008)

«La noche del tamarindo es, sin duda, la sorpresa editorial de la temporada. Una novela arrasadora, tremendamente humana, de prosa ágil y argumento conmovedor, con un trepidante ritmo narrativo que funciona paralelo a la intensidad de las tramas: la investigación genética, los límites al avance científico, la destrucción del medio ambiente o el amor como último refugio del ser humano. Como en las grandes novelas actuales, La noche del tamarindo posee esa mixtura de géneros -drama, acción, suspense, relato de viajes, sensualidad y ciencia-ficción- que propician la escalada emocional del lector para continuar los pasos del millonario que quiso escapar de la muerte pactando con el diablo de un futuro incierto». (Revista Impar. 24 de enero 2007)

“La noche del tamarindo” viene a consolidar el prestigio de Gómez Rufo como escritor de referencia, dada la eximia calidad estilística de su prosa y la hondura de las tesis y planteamientos que contiene. (…) La inmersión en la lectura de sus páginas constituye una doble y estimulante aventura viajera, tanto en el estricto sentido geográfico, dada la variopinta gama de sus escenarios, como en el figurado, al permitirnos efectuar un no menos enriquecedor viaje por el interior de las conciencias de sus atribulados personajes. Empleando dos símiles utilizados por el propio autor, inspirados en cierta medida, al menos el primero, por su colega alemán Günter Grass, esta novela se parece también a las cebollas, en la que “las capas son sus escenas sucesivas: de intriga, de ambición, de amor y lujo, exóticas, de aventuras, trágicas”; pero como señala también el narrador, “la vida, después de todo, no era un cebolla, sino una rosa, y no se envolvía en capas que arrancar sino en pétalos que deshojar”. El denso bagaje intelectual de esta novela de Gómez Rufo no supone en absoluto un lastre para que su lectura resulte sumamente amena, por la acertada y equilibrada síntesis que efectúa de las propuestas reflexivas, algunas de raíz goethiana, con la narración de situaciones lúdicas, incluso eróticas, de una voluptuosidad muy bien expuesta y con explicitas referencias a la mitología clásica. (Manuel Adolfo Martínez Pujalte. La Opinión. Murcia. 12 de febrero de 2008).  

“La última novela del escritor madrileño Antonio Gómez Rufo, ‘La noche del Tamarindo’, además de incidir en el mito de la eterna juventud, y en lo que seríamos capaces de hacer por conseguirla, incluso bordeando el delito, se trata de su obra más verosímil, obra que sin duda dará que hablar en los mentideros literarios (y en los no literarios). Y de paso, por qué no, consigue meter el dedo en el ojo de políticos, científicos, deportistas y todos aquellos que no se resignan a envejecer aunque haya sido a costa (la gran mayoría de las veces) de su propia salud. (…) Estamos ante una novela policíaca, un thriller moderno en el que el autor plantea cuestiones demoledoras: “¿Cómo es posible que el dinero pueda comprar más tiempo de vida?”, se pregunta Gómez Rufo. O “¿cómo es posible que existan tráficos de órganos humanos y que haya una medicina para ricos y otra para pobres, que desaparezcan niños para robarles sus órganos, que se sospeche de la existencia de granjas de seres humanos exclusivamente utilizados como bancos de hígados, pulmones, riñones, córneas…, y lo que resulta más desolador, que el Estado y todos cuantos lo conformamos lo aceptemos con resignación?” Desde la óptica de la existencia de una longevidad a la carta, el escritor presenta una demoledora novela de acción llamada a convertirse en un ‘best seller’. Si no, al tiempo.” (Luis García. Revista LA CLAVE. 15 de febrero de 2008)

«El resultado es una novela bella literariamente, de ritmo policiaco en la cadena de sucesos, profunda como un tratado de ética y desencadenante de sentimientos de dolor o ternura como lo sería el diario de una persona querida y perdida para siempre. (…) El padre regala a su hija la visita a sitios extraordinariamente hermosos, los lujos más delirantes, los cuidados más tiernos, pero es incapaz de contestar la pregunta. ¿Cuánto me queda de vida, papá? Mientras, él allana montañas, doblega gobiernos y promete convertir en Dios al Diablo, con la eficacia y temeridad de un hombre que pudo ser el dueño del mundo. Háganse un regalo, regálense este libro.» (Carlos Morenilla. Las Provincias –Valencia. 16 de febrero de 2008)

«Todos hemos soñado con ser millonarios alguna vez, mucho más en estos tiempos de crisis que corren. Pensamos que el dinero nos hará tremendamente felices, se llevará todos nuestros problemas para siempre. Quizá esto sólo sea una ilusión, un idílico sueño. Y es que no hay más que conocer tan sólo un poco a Vinicio Salazar, el protagonista de La noche del tamarindo, la novela de Antonio Gómez Rufo que hoy nos ocupa, para comprobar que tampoco para los ricos la vida es absolutamente de color de rosa.
La fortuna del español Vinicio Salazar es tan inmensa, que le permite comprar todo lo que cualquier hombre o mujer podría desear. ¿Cómo no sentir envidia, entonces, en su presencia? Sin embargo, la vida no es tan simple, ni siquiera para los opulentos, y Vinicio pronto comprenderá que hay cosas que ni siquiera con todo el dinero del mundo se pueden conseguir, algunos sucesos se hacen inevitables y existen sensaciones de las que, por más que viajemos por el mundo, por más que nos escondamos, no podemos escapar.
Los acontecimientos más imprevisibles llegan justo cuando más cómodos estamos con lo que tenemos y hacemos en nuestro día a día. Es por ello que nunca sabemos con antelación los caminos que la vida nos hará tomar. Tampoco podría imaginar el lector hasta donde le llevará la historia que comienza con un curioso robo en la ciudad de Viena. El sabio narrador, el mismo que tan bien conoce a todos y cada uno de los personajes de la obra, el que nos guía a través de las distintas partes de esta novela, así lo ha querido. Y no lo llamo sabio porque sí: me consta, después de tantas páginas en su compañía, que lo es. Lo comprobaréis vosotros también después de leer todas sus razonadas explicaciones, cada una de sus rotundas y certeras afirmaciones, ese sin fin de consejos y conocimientos que nos regala, sin más, tanto a nosotros como al testarudo protagonista.
El actor principal de esta novela, ese hombre que oye pero no escucha los argumentos de nuestro narrador, no es otro que el ya nombrado Vinicio Salazar. Vinicio Salazar es un hombre carismático, atractivo y cambiante que, sin embargo, no deja nunca de ser el mismo. Se trata de un hombre rico en dinero y en conocimientos, si; pero también pobre en muchas otras cosas. Porque el dinero no es precisamente el mejor de los consejeros, no es que sea de gran ayuda a la hora de comprender el paso del tiempo y de saber valorar todas esas pequeñas cosas inmateriales de las que estamos rodeados y que, en conjunto, son las más imprescindibles.
Podríamos destacar, entre el gran elenco de actores secundarios (tan variopinto como inolvidable), a María, esa mujer de fuertes convicciones que se verá arrastrada por la marea de lo irremediable; y a Miguel, al guardaespaldas más desconcertante que un ser poderoso podría encontrar.
La noche del tamarindo no es tan sólo una apasionante historia de aventuras, amores y desventuras, de segundas, terceras y hasta cuartas oportunidades en la vida; sino también un sitio al que acudir cada vez que queramos reflexionar sobre temas tan interesantes como la inmadurez y la forma con la que nos enfrentamos al paso de los años, los avances médicos y científicos (y hacia donde nos pueden llevar), el miedo a la muerte y, sobretodo, la importancia de las personas y los sentimientos sobre el resto de todas las cosas. Y es que cuando de sentimientos se trata, todos somos como el tamarindo: incapaces de esconder lo que verdaderamente somos, sentimos o padecemos en medio de la oscuridad. ¿No sería triste no tener a nadie con quién compartir al menos eso, con quien poder ser nosotros mismos? Aunque a muchos nos pueda parecer lo contrario, también los ricos pueden ser desdichados. El dinero no es una garantía de felicidad absoluta. Quizá a los que no lo tenemos nos podría solucionar muchos problemas; pero hay cosas que ni todo el oro del mundo puede comprar. Para darse cuenta de ello y muchas cosas más, nada mejor que adentrarse en una obra tan clarificadora como La noche del tamarindo.» Cristina Monteoliva, La biblioteca imaginaria. Marzo 2009

Con Rosa García Gómez y María Costa

LA INMORTALIDAD Y LA BÚSQUEDA DE LA FELICIDAD por F. MORALES LOMAS

(…) “La novela de más de quinientas páginas está conformada en diversos apartados con valor musical: cuatro movimientos en total. La pasión por la música del protagonista es obvia. De hecho, desde el comienzo esta surge cuando se lleva a cabo el robo de una partitura en una iglesia de Viena, la supuesta décima sinfonía de Beethoven. Las referencias en el interior son precisas, sin embargo, estructuralmente, en la construcción de la novela creo que no juega ningún papel esencial la música como no sea la asociación a nuevos lugares o acciones.
A pesar de su extensión no es una novela aburrida, y posee mucho de los condimentos de los best-seller al uso: mucha acción, temas trascendentes, condimentación amorosa, cambios constantes de escenario (Hispanoamérica, Gran Bretaña, España –Madrid, Almería, Barcelona…-, Austria…) y de acción. Las secuencias al ser breves y al existir una preeminencia del diálogo permiten la adecuación a los ámbitos privados y personales: algo muy en boga hoy en día.
En consecuencia, Gómez Rufo, aunando e integrando los elementos propios de diversos tipos de novela (policíaca, aventuras, bizantina, sentimental…) y tomando de ellos lo más preciso logra que la obra no se le vaya de las manos y la conduce por el solaz y el interés por un tema que a todos agradará sin duda: la inmortalidad y su relación con el amor: ¿qué sucede si somos inmortales y la persona amada no? Planteamientos y dudas que va creando el rico Vinicio Salazar (cambia de nombre dos veces más llamándose Bentham y en otras Vargas) cuyas reflexiones sobre la vida y la muerte son constantes, pero también sobre el pasado, el amor…: “Yo creo que la vida es como una cebolla; una cebolla que guarda en su corazón un deseo. Por eso todo lo que hacemos en la vida es ir apartando capas y más capas, en busca de ese centro, de ese corazón (…) Una novela se parece también a las cebollas. Sus capas son escenas sucesivas: de intriga, de ambición, de amor y lujo, exóticas, de aventuras, trágicas…, hasta llegar al fina, que es adonde quiere llegar el lector, donde se encuentra lo verdaderamente importante” (p. 133). En otro momento dice: “La muerte es la gran aliada de la vida” (p. 178) o “La literatura y la vida es a veces la misma cosa” (p. 196). Junto a ello existen situaciones secundarias, metalepsis e interpolaciones diversas que le dan cuerpo a la obra: la importancia del guardaespaldas Miguel y su historia personal, el doctor Estanislao da Gama, las ambiciones del profesor suizo Blixen, la historia del griego Nikos (al inicio), la voluntad manifiesta de María de conseguir averiguar la verdad del caso Salazar y su obcecación en la búsqueda del enigma… Son elementos que coadyuvan a generar ese codicioso proyecto creador de Gómez Rufo. La clave simbólica del título de la novela la ofrece el autor en la página 63 cuando dice que el tamarindo es un árbol cuyas hojas se cierran sobre sí mismas cuando llega la noche y deja visible el tronco: “Lo mismo que sucede con muchas de las emociones que saltan a la vista: por la noche son más visibles los gozos y los sufrimientos…” También los personajes, a medida que la obra, avanzan, van mostrando su desnudez absoluta y su recurso a los sentimientos como el único sentido de la existencia, y a la vida como fin.” F. Morales Lomas. (3 de septiembre de 2008).

 

EL VIAJE INICIÁTICO DE ANTONIO GÓMEZ RUFO, por Gregorio Morales

Durante la soledad de la noche, nos revelamos en toda nuestra desnudez, descendemos hacia nosotros mismos, nos encontramos como somos, sin disfraces, sin engaños, lo mismo que el tamarindo, cuyas hojas, al caer el crepúsculo, se recogen sobre sí mismas y dejan plenamente visible el tronco. No resulta gratuito que Antonio Gómez Rufo se haya servido de este árbol para titular su última novela, “La noche del tamarindo” (Planeta), elaborando así una metáfora que remite a la noche del ser humano, cuando éste, despojado de prejuicios, de hábitos, de mentiras, se enfrenta a su esencia.
Hacia esa esencia camina Vinicio Salazar, el protagonista, un hombre complejo, de múltiples personalidades y registros, que se pierde en otras identidades, desde la anterior pasando por la de Jonathan Bentham hasta la de Manuel Vargas, para regresar finalmente a los comienzos y tener su particular “noche del Tamarindo”. Son el sufrimiento y el amor adquiridos en un laberíntico viaje los que harán que despeje las hojas que lo cubren y se libere de sus objetivos espurios, de sus falsas metas, de sus creencias erradas. Toda la novela de  Antonio Gómez Rufo es, por tanto, un largo viaje hacia la verdad, pero no solamente del protagonista, sino también de nuestra civilización.
Ante el lector desfilan sin cesar los más diversos paisajes. Y no me refiero sólo a paisajes físicos, que aparecen por doquier, bellos, exóticos, distantes o próximos, en una novela que transcurre en medio mundo; me refiero también a paisajes anímicos, puesto que la obra es igualmente un recorrido por las cuestiones cruciales del ser humano: la vida, la enfermedad, la muerte, el dinero, el amor, el sexo, la identidad y el tiempo.
Esta inextricable, compleja y sorprendente ruta es uno de los méritos de la estructura narrativa que ha construido Gómez Rufo. A través de las acciones y de los personajes, el autor se plantea el sentido de la existencia. La novela está llena de reflexiones que nos iluminan y nos alientan. Gómez Rufo escribe que “huir para alejarse del drama es un engaño del deseo y también una necedad para incautos”; que “en la vida no se es nadie cuando no se tiene un lugar al que volver”; o que “la infelicidad produce cáncer”.
En su periplo, Antonio Gómez Rufo no sólo ha querido plantearse las cuestiones cruciales del ser humano, sino, como hemos dicho, las de la civilización misma, y entra así en temas tan actuales como el medio ambiente, la manipulación genética y la investigación con células madre. Estamos ante una novela, pero también ante una honda meditación sobre nuestro futuro como especie.
“La noche del tamarindo” no es, pues, un best-seller al uso. Cierto que las cien primeras páginas son trepidantes, con una acción encadenada que lleva al lector a devorar una página tras otra, movido, además, por una intriga sabiamente urdida. Pero las cosas no son lo que parecen. “La noche del tamarindo” se acerca más a “Fausto” o a “El retrato de Dorian Gray” que a “La boca del dragón”, de Ken Follet. La novela de Rufo es una novela filosófica. O, si se me apura, hasta científica. De hecho, el autor maneja una documentación increíble, pionera y, en muchos casos, hasta profética.
Para el autor, la belleza es fundamental. Rufo ha tratado esencialmente de emocionar, de fascinarnos con su narración. Comprendemos que llegue a escribir que “no hay sublimación intelectual más elevada que la veneración a la belleza”. Y no otra cosa es su novela. “La noche del tamarindo” es una novela muy, muy bella.
El final del largo y complejo camino que nos propone el autor es la anagnórisis, el reconocimiento, la revelación que encuentra el protagonista, enfrentado a su noche de Getsemaní: que, más allá de las apariencias, de las circunstancias, de las posesiones, seguimos siendo el mismo; que la huida resulta inútil; que nada puede desembarazarnos de nosotros mismos. Aquí están las páginas mejores y más geniales de la novela, las que le dan su entidad de cabal obra literaria y la hacen merecedora de perdurar. Claro que este descubrimiento de la verdad no sería posible sin toda lo que ha sucedido anteriormente. En la novela, son los hechos los que nos hacen reflexionar, y no puede ni debe ser de otra manera.
Gómez Rufo sabe conducirnos como un experto hacia la iluminación final. Sólo los novelistas con oficio logran hacerlo. “La noche del tamarindo” es una consumada novela, tal vez la mejor de su autor. Un autor que ya no nos quiere dar diversión, sino carne y sangre. Por eso, cuando empezamos a leer “La noche del tamarindo”, somos uno. Pero cuando la acabamos, somos otro. La narración nos ha transformado. El viaje iniciático del protagonista ha sido nuestro propio viaje. Tal vez sólo merezca la pena leer novelas así. Gregorio Morales. El Ideal (Granada, Almería, Jaén), 28 de febrero, 2009)

A ANTONIO GOMEZ RUFO Y SUS NOCHES DEL TAMARINDO

Podría quedarme con la décima
sinfonía de Beethoven,
o con Noronha,
o con el secreto de saber
de la inmortalidad.
Podría retener para mi sola,
al Manuel Vargas más afortunado
en el paraíso de Hilas.
Imaginarme siendo Maria,
resucitada.
Poseer el ingenio de Zeta
y multiplicar semillas de trigo,
que el monarca Sheram le dio
para sembrarlas en Sudáfrica.
Podría leerme de un tirón
a Hermingway, García Márquez,
Tolstoi, Proust, Mann…. ¡!! qué festín ¡!!.
Pero lo siento, amigo
te cambio Strauss por Haendel
y con su gozoso Aleluya
volaré hasta la portada de tu libro
y haré un encierro  permitido
para elegir entre todos los placeres,
el olor caliente de tus bostezos.

(Paquita  Dipego, 21 de agosto de 2009)Paquita

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ENTREVISTA IBERCAMPUS (Por Ángela López)

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ENTREVISTA EN “AQUÍ Y AHORA”. 22 de enero 2008. (Por Víctor Claudín)

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Artículo de Opinión: O DIOS O FRANKENSTEIN (Antonio Gómez Rufo)

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Dossier de prensa de Editorial Planeta.
El destino del hombre que quiso jugar a ser Dios.

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REVISTA MERCURIO, (Juan Carlos Rodríguez): «CUANDO VIVIR ES UN DELITO»

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LA BIBLIOTECA IMAGINARIA (Por Cristina Monteoliva)

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